En Génesis 1:31 leemos que el mundo tal como fue creado era “perfecto”, o como dice el original “bueno en gran manera”, en hebreo תָּמִים, lo cual se puede traducir por “íntegro”, “verdadero”, “entero” y también “completo”. El adjetivo “tamim” tal como aparece es un superlativo: nada podía ser más perfecto que aquello que Dios había creado:
“Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera. Y fue la tarde y mañana del sexto día” (Gén 1: 31).
No encontramos una dicotomía entre el mundo físico-material y el espiritual, como en cambio lo encontramos en las cosmogonías de los demás pueblos de la antigüedad. En la tradición judeo-cristiana el Kosmos entonces no fue creado con ningún defecto, sino que se alteró a causa de la transgresión de la primera pareja. Si observamos ahora la secuencia del relato de la caída de Adán y Eva notaremos algunas particularidades. Comencemos en Génesis 2:15
Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Debemos recordar que Adán fue creado de una forma completamente diferente al resto de los animales. Mientras que estos “surgen” por la sóla palabra, el hombre es hecho con las mismas manos de Dios y éste le insufle “en su nariz aliento de vida y fue el hombre un alma viviente” (Gen 2:7). Lo primero que notamos es que el en los versículos 15-17 Adán está sólo en el huerto de Edén, y él sólo es el que recibe el mandato, por un lado de labrar y guardar el huerto. La misma expresión se utiliza para los deberes de los levitas en Números 3: 7 y 18: 7. Lo segundo que observamos es que la prohibición de no comer “del árbol de la ciencia del bien y del mal”. No se dio a la pareja, porque aún no existía, sino sólo a Adán.
Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.
En los versículos 18-25 podemos observar que el narrador demuestra que para Dios la creación no estaba aún completa, de allí la expresión “no es bueno”, mostrando además que el hombre es un ser social que vive y debe vivir con otros. Podemos preguntarnos entonces si la creación de la mujer fue necesaria o contingente, pero el texto se inclina por la primera opción (“No es bueno que el hombre esté solo”). Lo segundo que podemos observar es el dominio de Adán sobre todas los animales, ya que es él quien les pone nombre, y al hacerlo pasa a tener control sobre ellos. Finalmente Adán no ve la creación de Eva, como tampoco vio la creación del Kosmos.
Conocer que la creación es un acto divino entonces implica un acto de fe para Adán, y también para Eva. Ella no había recibido el mandato de no comer el fruto del árbol prohibido, sino que Adán lo recibió y él se lo transmitió. De allí la afirmación que encontremos en Hebreos 11: 1-3:
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
De nuevo, esta creatio ex nihilo está completa y totalmente ausente en las cosmogonías antiguas, sólo la podemos encontrar en la Biblia y contrasta tanto con los relatos de Hesíodo como con la especulación de Platón en Timeo. Siempre, en las cosmogonías antiguas el orden se impone de forma violenta, mientras que en el relato bíblico, el orden surge por la voluntad de Dios, siendo el caos consecuencia de la desobediencia de las criaturas, el cual desaparecerá en un momento determinado. Así lo refirió la madre de los mártires mencionados en 2 Macabeos 28: 29:
Ruégote hijo que mires al cielo y a la tierra y veas cuanto hay en ellos y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios y todo linaje humano ha venido de igual modo. No temas a este verdugo, antes muéstrate digno de tus hermanos y recibe la muerte para que el día de la misericordia me seas devuelto con ellos.