Leer el Nuevo Testamento en su idioma original es un acto de transgresión contra la comodidad de la traducción. Nos saca del espacio familiar del español, de las fórmulas litúrgicas que resuenan con el peso de la repetición, y nos arroja a una lengua que, aunque estructurada y precisa, nos resulta ajena. Es más que un cambio de código lingüístico, se trata de una alteración en la forma en que experimentamos el texto. El griego koiné del Nuevo Testamento no es solo una lengua: es un campo de tensiones, un espacio donde lo semítico y lo helénico, lo oral y lo escrito, lo sagrado y lo cotidiano colisionan y generan significados.
El Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, elaborado por el Ministerio Apoyo Bíblico, se inscribe en esta tensión. Este trabajo erudito supera el ser una edición interlineal, se vuelve un dispositivo de lectura que reconfigura la relación del lector con la Escritura. En un tiempo donde la exégesis tiende a moverse entre la filología histórica y la deconstrucción teológica, y dónde los autodenominados “teólogos” caen una eiségesis infantil, este interlineal apuesta por una vía distinta: el regreso a la materialidad del texto, a su ritmo, a su sintaxis.
Desde el punto de vista estructural, el documento propone un triple juego textual: el Texto Mayoritario en griego bizantino, una traducción literal palabra por palabra y, en paralelo, las versiones de la Reina-Valera 1909 y 1960. Así, el lector se encuentra ante un mosaico textual donde cada variante, cada giro sintáctico, se despliega en simultáneo. No se trata de una lectura lineal, sino de una experiencia de intertextualidad radical: el texto griego genera su eco en la traducción literal, que a su vez entra en diálogo con las versiones castellanas.
Esta estructura nos enfrenta a una pregunta central de la hermenéutica: ¿dónde reside el significado? ¿En el texto original, en su traducción literal, en la versión adaptada al español? ¿O acaso el significado se genera en la tensión entre todas estas versiones, en el juego de referencias y desplazamientos que se da entre ellas? En este sentido, el Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español no es solo una herramienta de estudio, sino un artefacto que nos obliga a reconsiderar la estabilidad del texto bíblico.
El uso del Texto Mayoritario, es una toma de posición dentro de las disputas contemporáneas sobre la crítica textual. La preferencia por la tradición manuscrita bizantina sobre los códices alejandrinos o los textos críticos modernos no es un detalle menor. En un contexto donde las ediciones basadas en el Nestlé-Aland han desplazado progresivamente al Textus Receptus, esta obra se inscribe en una corriente de resistencia. Más allá de la cuestión filológica, lo que está en juego es una disputa sobre la autenticidad, la continuidad y la autoridad del texto sagrado.
Pero más allá de esta dimensión ideológica, el valor de este interlineal radica en su capacidad de desestabilizar la lectura automática de la Escritura. En tiempos donde la Biblia se ha convertido en un texto de referencia, pero pocas veces en un objeto de exploración, este documento nos obliga a ralentizar el ritmo, a observar la estructura de cada versículo, a notar la manera en que la sintaxis griega moldea el mensaje.
Desde una perspectiva metodológica, la obra presenta una notable atención a la morfología griega. El uso de referencias filológicas, la inclusión de variantes textuales y la disposición de los verbos en infinitivo o gerundio permiten al lector percibir la plasticidad del griego koiné. Al mismo tiempo, el sistema de anotaciones revela un esfuerzo por hacer accesible el texto sin renunciar a su complejidad. En este punto, el interlineal propone una inmersión en la estructura misma del idioma.
El interlineal nos enfrenta, inevitablemente, a la opacidad del texto. Nos recuerda que la Escritura no es un objeto transparente, que el significado nunca es inmediato, que la mediación lingüística es parte esencial de la experiencia de lo sagrado. En este sentido, la obra no es solo un recurso exegético, sino un recordatorio de la distancia insalvable entre el lector y el texto original, entre el mundo del siglo I y nuestra contemporaneidad.
La pregunta final que plantea esta obra no es tanto qué dice el Nuevo Testamento en griego, sino cómo se nos escapa su significado en cada intento de traducción. En un tiempo donde la teología tiende a reducirse a categorías cerradas, donde la exégesis muchas veces se resuelve en disputas sobre versiones y traducciones, este interlineal nos devuelve a la inquietud original: la Escritura no es un monolito, sino un espacio de multiplicidad, un terreno donde el significado nunca está completamente fijado.
Quizás el mayor mérito de este interlineal sea recordarnos que leer el Nuevo Testamento implica participar en una conversación inacabada donde cada palabra, cada variante textual, cada diferencia de traducción nos interpela, nos desestabiliza, nos invita a seguir buscando. Y en ese sentido, este interlineal es mucho más que una herramienta técnica: es una provocación.